Aún recuerdo ese lejano mes de
julio del 2011, donde sentí que algo dentro de mí había cambiado para siempre
cuando la saga a la que más cariño le tenía (y tengo) llegó a su fin. Por eso,
nada más enterarme de que habría una precuela de Harry Potter basada en «Animales fantásticos y dónde encontrarlos»,
me volví pletórica, como si volviera a viajar al pasado y, siendo de nuevo una
niña, entrara en el cine a ver las películas del mago más famoso de nuestros
tiempos.
La semana pasada se me hizo eterna,
parecía que nunca iba a llegar el viernes. Pero, llegó y Alejandro (al que ya
conocéis), mi hermana pequeña y una servidora nos acomodamos en las mullidas
butacas del cine. Nos metimos con veinte minutos de adelanto, ansiosos por ver
la película y cuándo comenzó, escuchándose los primeros acordes de “Hedwig’s theme”, mi carne se puso de
gallina mientras me adentraba en las prodigiosas aventuras de Newt Scamander.
He de admitir, que la película no sólo
me enamoró por el simple hecho de formar parte del universo mágico que nuestra
querida J.K. Rowling, a quien admiro muchísimo. Sino también por la época en la
que está ambientada: los felices años 20 de Nueva York, más concretamente, en
1926 para aquellos que seáis más puntillosos con las fechas. El vestuario me
conquistó y ver esa época en un ámbito menos histórico y más mágico o
fantasioso, es algo nuevo para mí.
Además, me ha gustado el hecho de que
se empleara el contexto de “peligro en el mundo mágico” con la figura de
Gellert Grindelwald, como podemos ver justo al inicio del filme. Es un
personaje que, particularmente, me interesa, no sólo por su relación con Dumbledore
(que conocemos mínimamente gracias al séptimo libro de la saga) sino por cómo llegó
al poder y si fue tan malo, cruel y sanguinario como lo fue Voldemort.
Para entrar de lleno en esta nueva
realidad mágica, os voy a poner al corriente de lo que la película encierra.
Newt Scamander es un magizoólogo británico que llega a Nueva York junto a una
maleta a ojos de muggles (no-majs) normal y corriente, pero que encierra en su
interior asombrosas criaturas mágicas. Debido a un descuido, Jacob Kowalski y Scamander
confunden su equipaje y, cuando el muggle se queda a solas con la maleta,
diversas “bestias” se escapan de la misma. Con la ayuda de Jacob y de Tina y
Queenie Goldstein, Newt debe ir recuperando sus animales antes de que la
sociedad mágica neoyorquina se vea envuelta en una revuelta con los no-majs que
lidera May Lou Barebone. A todo eso, hay que sumarle el control del Ministerio
de Magia de Nueva York, que también presenta dificultades para Newt en su
intento de recuperar sus criaturas.
La película es divertida, fantasiosa y
encierra las características del mundo mágico que ya conocíamos con
anterioridad más algunas características de la época (por ejemplo, la caza de
brujas que está presente aunque de una forma menos violenta). Pero, claro, no
vayáis con la mentalidad fijada en “será como Harry Potter”, porque no tienen
nada que ver. La historia de Newt, bajo mi punto de vista, es más madura que la
de Harry, quizás por el simple hecho de que el magizoólogo es un adulto y
nuestro mago favorito sólo era un adolescente cuando derrotó a Voldemort.
A mí, me encantó, me gustó y la
disfruté mucho, porque iba con la idea de “esto no es Harry Potter”.
Además, el final no me lo esperaba para nada. Pero, lo que más me gustó sin
lugar a dudas, fue poder ponerle formas a las criaturas mágicas que descubrí
hace cuatro años cuando me leí por primera vez «Animales fantásticos y dónde encontrarlos». Y, sí, yo también me
declaré fan del pequeño escarbato (o niffler) de Newt.
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